Nos quedamos en silencio hasta mucho después de que hubiese acabado. Quietas, casi en la misma posición que estábamos cuando empezó. Las escenas se habían sucedido sin dejarnos tiempo a recuperarnos entre una y otra.
“No hay ni un segundo vacío, ni un remanso para pensar en lo tuyo o mirar más allá de la pantalla”, eso lo dijo Caro, en el Ski, mucho rato después. Por fin nos habíamos animado a decir algo. Luego se nos hicieron las tantas, a puerta cerrada; ya podíamos fumar dentro. Y estuvimos de acuerdo en que cada escena es una pieza de absoluta genialidad interpretativa, una narración precisa y reveladora sobre el principio y el final del amor, y otra vez el principio. Faces. Hombres y mujeres avanzando a tientas hacia la mañana siguiente.
El Ski cerró hace algo más de un año. Todavía no podemos pasar por delante del vacío que ha quedado en Vía Laietana.
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